segunda-feira, 17 de janeiro de 2011

ALIENACIÓN EN LAS PERVERSIONES

M. MASUD R. KHAN


EL PAPEL DE LAS EXPERIENCIAS CORPORALES PERVERSO-POLIMORFAS y DE LAS RELACIONES OBJETALES EN LA INTEGRACION DEL YO

1 Sobre un tipo especifico de emocionalidad que se manifiesta en las caracteropatias esquizoides

En "Clinical Aspects of the Schizoid Personality" (Khan, 1960a), traté de bosquejar un cuadro clínico general de un tipo esquizoide de caracteropatía. En este capítulo examinaré una faceta especial de estos pacientes, es decir, una emocionalidad y afectividad latentes que se expresan a través de experiencias corporales perverso-polimorfas y de relaciones objetales, y pondré el acento. en el papel y la patología de dichas relaciones corporales perverso-polimorfas. Abrigo la esperanza de demostrar que éstas derivan de perturbaciones específicas en la relación madre-bebé, las cuales provienen a su vez de rasgos patógenos en la personalidad de la madre.

Fueron de ¡fan ayuda para la formulación de mi hipótesis las investigaciones de Deutsch (1942), Eissler (1953), A. Freud (1952, 1954a), Greenacre (1953a, 1959, 1960b,c), Hoffer (1952), James (1960), Lewin (1950), Milner (1952), Sterba (1957) y Winnicott (1949, 1951), ya que todos ellos enfocaron desde distintos ángulos este tipo de emocionali- dad y perturbación del yo corporal.

El tipo de paciente que lleva esta emocionalidad dentro de su psique parece a primera vista un ser humano completamente normal, .eficiente y bien integrado, que en el ámbito social y profesional actúa exitosa- mente, y alega tener experiencias heterosexuales bastante adecuadas, aunque algo tenues. En lo que se refiere a esta área de emocionalidad, no pude observar ninguna diferencia específica en la patología de los pacientes de uno y otro sexo, fuera de aquellas lógicamente previsibles. Creo que este es un detalle importante, porque tengo la impresión de que las tendencias bisexuales y la confusión de la imagen corporal desempeñan un papel significativo en este tipo de emocionalidad.

Ninguno de mis pacientes había decidido tratarse llevado por un conocimiento subjetivo de esa afectividad latente, ni por sentimientos de angustia respecto de las experiencias corporales perverso-polimorfas. Es característico que lleguen a la consulta quejándose de una falta de vitalidad general y de un estado de depresión e insatisfacción con su modo de vida. Sólo a través de la labor analítica es posible que tanto el paciente como el analista tomen conocimiento de este tipo especial de emocionalidad y del papel que desempeña en el equilibrio de la personalidad de los pacientes. En todos los casos, éstos abrigaban dudas acerca de si estaban realmente enfermos y/o si el psicoanálisis podría servir- les de ayuda, pero con cierta jovialidad y un aire un tanto superior se mostraban dispuestos a "olvidar momentáneamente su escepticismo" y dar al análisis la oportunidad de probar su eficacia. Esta agresiva actitud de defensa es característica de su negativa a admitir sus necesidades de dependencia pasiva.

En su comportamiento público, se caracterizan por su amabilidad y diligencia, su aspecto pulcro, su complacencia y su apática docilidad. En la situación analítica, pronto se pone de manifiesto su callada hostilidad y agresividad. Poco a poco emerge con claridad en la situación clínica una excitada emocionalidad, acompañada por una ardiente afectividad que controlan y regulan por medio de mecanismos de defensa depresivos, fóbicos y paranoides. Esta emocionalidad es un estado tensional confuso, informe y obsesivo que llevan en su mente y alimentan solícitamente, aunque sea dolorosa y a la vez agotadora (cf. Greenacre, 196Gb). Son bastante reservados al respecto. Manifiestan arrebatos de elación, angustias lúpocondríacas, síntomas de conversión y algunas veces incluso estados confusionales, así como expresiones extremas de impaciencia y agitación que explotan de manera defensiva y fortuita, a fim de ocultar dicha emocionalidad y mantenerla disociada.

En cuanto a su conducta social, son personas finas y cordiales, de mente sensible y alerta. En el análisis observamos que luchan permanentemente contra su propensión a la violencia y los arrebatos afectivos. Con bastante frecuencia en la situación analítica se muestran apáticos, indiferentes, taciturnos, hoscos o malhumorados, y parecieran compadecerse de sí mismos. Pueden revelar con absoluta imperturbabilidad fantasías y materiales oníricos notoriamente pregenitales, así como sensaciones y estados corporales de vívida intensidad eidética e hipnagógica.

Si bien alimentan secretamente y con celo masoquista su emocionalidad, ésta implica también una amenaza para sus funciones yoicas y su yo corporal. De aquí la marcada "capacidad resistiva" (Hartmann, 1952) de su yo, tanto al proceso analítico, como a su afectividad laten- te. Se aferran a sus funciones yoicas autónomas y tratan de utilizarlas de modo onmipotente. Su miedo a la resilencia ("regresión al servicio del yo" -Kris) se basa en el temor de que sus funciones yoicas puedan verse avasalladas, sea por esta emocionalidad o por una fuerte catexia del ello. Esto crea en ellos ciertas extrafias y muy complejas perturbaciones del funcionamiento intrapsíquico, v .gr., una masiva libidini- zación de las defensas y/o una explotación erótica de los órganos corporales, en vez del establecimiento de relaciones yoicas, La relativa incapacidad de neutralizar la catexia del ello y de establecer límites confiables entre el yo y el ello origina también una perpetua confusión entre el yo corporal, las funciones del yo y las catexias del ello, lo cual se manifiesta exaitada y concretamente en sus sueños. No experimentan la flf- me y consciente sensación de habitar sus cuerpos. En cierto modo, perciben su propio cuerpo como algo exterior a ellos. Todo lo dirigen desde la cabeza, mentalmente. Tienen toda la musculatura en la cabeza, y sin embargo se valen del cuerpo para hablar y comunicarse, lo cual los predispone a las experiencias corporales perverso-polimorfas (cf. Winnicott, 1949).

Poseen escasa capacidad para la auténtica iniciativa personal; rara vez emprenden alguna actividad por propia cuenta. En la generalidad de los casos son otros quienes los provocan, seducen e interesan para que hagan cosas. Debido a esta explotación de sus funciones yoicas a través de la seducción y la provocación, sienten que todas sus realizaciones y experiencias son reactivas, de tipo "como-si" y falsas. Sólo de tarde en tarde completan satisfactoriamente alguna experiencia, pero por lo general se agotan por falta de interés antes de que aquélla concluya. Esta peculiar técnica de poner término a cada actividad debido no a su consumación, sino a que pierden todo interés en ella, caracteri- za asimismo sus relaciones objetales.

Buscan ávidamente el contacto y se relacionan apasionadamente con la gente. Mientras ese contacto dura, los consume con maníaca e implacable intensidad. Lo que Lewin (1950) postula como "tríada oral" en la psicología de las elaciones se aplica también a estos pacientes cuando se encuentran en esos estados de ánimo. Su deseo de devorar y ser devorados es extático y despiadado, pero la defensa yoica contra ese deseo parece ser igualmente vigilante y negativista. Con la misma facilidad se apartan y pierden todo interés. Esta implicación del yo y el ello con la gente no constituye una verdadera relación objetal. Puede llegar a ser ardiente y arrobadora, pero 'produce escaso placer o satisfacción. Es una alianza narcisista defensiva con otro individuo, en la cual las identificaciones primitivas y la explotación de la erogeneidad corporal se mantienen vivas y sustentan el mutuo interés del yo. Cada una de esas experiencías alcanza una cualidad extática transitoria y se halla fuertemente libidinizada.

Cuando observamos a través del material analítico la excesiva actividad yoica y las experiencias sexuales de estos pacientes, lo que resalta claramente es su emocionalidad latente. Se trata de un estado afectivo sumamente tangible en la clínica, aunque difícil de deinir con palabras. Esta confusa e indiferenciada emocionalidad y afectividad es la que anhelan materializar, actualizar y compartir através de un contacto objetal consciente, pero nunca lo consiguen. Sus angustias arcaicas y el uso precipitado y fortuito de los mecanisrnos de defensa frustran continuamente cada aventura. No llegan jamás a lo que Alpert (1959) ha llamado "punto de saciedad psíquica". En consecuencia, sus propias funciones yoicas y sus experiencias corporales y libidinales, así como la vivencia del mundo y de los objetos externos, representan para ellos una amenaza persecutoria, y la huida es su mecanismo bási. co de qefensa. Utilizo el término "huida" en el sentido en que lo postula Kaufman (1960) en su ensayo "Some Ethological Studies of Social Relationshíps and Conllict Situations". Es importante señalar el hecho de que la búsqueda de "confort en el contacto y el aferramiento" caracteriza la dependencia necesidad-vínculo y moviliza también al máximo su negatividad y ambivalencia. Tienen que negarla con la misma vehemencia con que la desean, pero la "huida" es en ellos un proceso intra. psíquico: es una huida haCia esa emocionalidad que se mantiene luego en un estado intrapsíquico satélite disociado (cf. Khan, 1960b).

Esta emocionalidad latente puede definirse como una estructura seudopsíquica compuesta de elementos indiferenciados del yo y el ello, perceptción y alucinación, memoria y apercepción, y constituye el síntoma de la disper.sión yoica de estos pacientes. Las experiencias corporales perverso-polimorfas y las relaciones objetales son, a un tiempo, el vehículo de esa emocionalida y una tentativa autodirigida de lograr por asi decirlo, una "experIencia emocional correctiva" (Alpert, 1959) la cual anulará la escisión de la personalidad y las disociaciones del yo, ri conduciendo a una verdadera integración yoica.

2 Naturaleza y función de las experiencias corporales perverso-polimorfas y de las relaciones objetales


Es importante distinguir las experiencias corporales perverso-polimorfas , de las perversiones sexuales propiamente dichas. Todos los pacientes que recurrieron al tratamiento poseían una capacidad genital adecuada j e intacta para las relaciones sexuales. El concepto de "fenómenos transicionales” propuesto por Winnicott (1951) es quizás el más apropiado para describir que caracterizo como experiencias corporales perveso-Polimorfas. Dichas experiencias no tenían una rígida función defensiva, ni mostraban una pauta reiterativa organizada. Aparecían espontaneamente en ciertos estados de tensión o madalidades regressiva y eran a emocionalidad y afectividad "olvidadas" siempre con igual facilidad antes del análisis. Los pacientes las actuaban generalnlente con la persona que era su objeto normal de atención heterosexual, es decir, la esposa o el esposo. Si las llevaban a cabo a través de prácticas masturbatorias, éstas no llegaban nunca a organizarse en una pauta estática de descarga de la libido. Es importante señalar que, a pesar de su calidad excitante y arrobadora, y del valor que revestían para el paciente, éste las vivenciaba al mismo tiempo como experiencias traumáticas, perturbadoras y vergonzosas. En otras palabras, no eran egosintónicas (acordes con el yo), como las verdaderas prácticas sexuales perversas. Debo destacar que ninguno de los pacientes había decidido recurrir al tratamiento a causa de es tas experiencias corporales perverso-polimorfas. No eran conscientes su importancia o de que fueran necessarias para ellos. Una vez concluidas, se inclinaban a considerarlas ajenas al yo, y las reprimían o disociaban de su autoimagen.

Sólo a través de la labor analítica, los pacientes fueron capaces de informar verídica y significativamente acerca de esas intimidades corporales de tipo primitivo. Hago hincapié en este hecho, porque si bien tengo la certeza de que todos nosotros hemos visto este tipo de material en nuestra práctica clínica, aún no fue estudiado como tal. Dado que se trata de experiencias ajenas al yo, y a la vez aceptables para otra persona, escapan a nuestra atención. Se caracterizan de modo bastante típico por una mezcla de impulsividad instintiva, resistencia , yoica y una cualidad extática liberadora. Uno de mis pacientes decía al respecto: "Siento que estoy involucrado en un juego para cual he perdido la mayoría de las claves".

En todos los casos, los pacientes habían experimentado estas intimidades corporales antes de la iniciación del tratamiento. Por consiguiente, no son el resultado de la neurosis de transferencia y, sin embargo, sólo através de la transferencia y de la labor analítica fue posible relacionarlas con la neurosis infantil de los pacientes.

En cuanto a su contenido, las experiencias corporales perverso- polimorfas comprendían la regresión libidinal y formas pregenitales de coito, y de excitación sexual previa al coito. Además de la fellatio el cunnilingus, se manifestaba el intenso deseo de mantener relaciones anales con una persona del sexo opuesto. Estas intimidades corporales provocaban, mientras duraban, un leve estado de euforia. El acto de tocar, lamer y "devorar con ojos ansiosos" desempeñaba un importante papel en la excitación sexual previa al coito. Lo que con mucha frecuencia aterrorizaba a los pacientes era la súbita comprensión de que esos episodios perdían el sentido de su propia imagen corporal. Esta fusión de las imágenes corporales es significativa. Los pacientes se sienten excitados y confusos, traumatizados y "saciados" (para usar la expresÍón de uno de ellos). Sucede a menudo que los hombres se identifican totalmente con el cuerpo de la compañera y experimentan todas sus sensaciones (las de la mujer). Parte del juego oral y con la lengua apunta a establecer esta fusión corporal primaria con el compañero. Si bien pueden funcionar genitalmente, no experinlentan ninguna sensación corporal de placer através de su propio órgano (Glauber, 1 949).

Estados de intensa tensión, apatía o desasosiego precipitan estas intimidades, después de las cuales quedan rendidos, desorientados, y pierden todo contacto emocional con el compañero. Lo mismo se aplica a sus prácticas masturbatorias. Si la masturbación es anal, una vez concluida se sienten agotados, vacíos e irreales, aunque en el momento núsmo en que se produce vivencian la experiencia como ,algo jugoso, reconfortante y "muy satisfactorio". En todos los casos que he tratado, las prácticas masturbatorias con el propio cuerpo se realizaban después de haber tenido primero experiencias con otra persona.

La regresión libidinal va acompañada también de una regresión afectiva hacia el objeto, y se refleja en la elección objetal. En tales estados de ánimo, se sienten inseparablemente unidos al cuerpo y la persona del compañero. El contacto através del tacto, la penetración, la vista y la incorporación (introducir en la boca algún órgano físico: de la persona) era imperativo para estos pacientes. Uno de ellos experimentaba la clara y tangíble sensación de que su boca era como sus manos: con ella podía agarrar y apresar objetos.

En todos los casos, era igualmente esencial que el compañero fuese capaz de desear, querer y compartir con igual celo, ardor y avidez. Junto con la compulsión a vivenciar la sensación compartida y la realidad física del compañero, negaban su necesidad de dependencia respecto del objeto. Idealizaban el lenguaje físico de las intimidades corporales y la reciprocidad pennisiva como fmes en sí mismos. La verdadera relación afectiva sufría a causa de esas reciprocidades corporales. Este elemento de participación corporal (empleo tanto de la piel como de la musculatura) era muy importante para estos pacientes. Durante el período de elaboración, uno de ellos me dijo: "Siento que es algo más que una gratificación. Estoy tratando de descubrir algo. Sólo conozco mi cuerpo desde fuera. No tengo la sensación de estar dentro de él. Sé que otras personas existen; sé que mi esposa existe, por ejemplo, pero tengo que sentirlo para que pueda estar seguro de su existencia. Estoy formándome como una persona separada y llegando a conocer y sentir mi propia realidad corporal." A mi modo de ver, en estas intimidades corporales entra en juego una suerte de arcaica prueba de la realidad corporal, y en el análisis constituyeron una valiosa fuente de información, tanto acerca de experiencias corporales muy tempranas de los pacientes, como de su relación con la madre. Resulta extraordinario comprobar con cuánta exactitud es posible reconstruir, a partir de dichas experiencias, la verdadera conducta de la madre y su relación con el niño.

Si el paciente buscaba un vínculo corporal pasivo, permisivo, arcaico y pregenital con el compañero, también ejercía sobre éste un control omnipotente. Cualquier resistencia por parte del objeto rompía el "mágico hechizo" y echaba a perder toda la aventura, dando origen a sentimientos de rabia y disgusto hacia el compañero y el propio self. Este control omnipotente del objeto al servicio del amor corporal recíproco e idealizado es el medio de que se valían los pacientes para negar los primitivos elementos despiadados y agresivos en la catexia instintiva del objeto.

Sólo através de la labor y la interpretación analíticas fue posible establecer el vínculo entre las experiencias corporales y la emocionalidad latente de los pacientes. Una vez establecido dicho vínculo, no resultó difícil comprender que uno de los caminos por los cuales puede expresarse esa emocionalidad era a través de este tipo de intimidad.es y actividades corporales. En el análisis, dichas actividades asumieron una forma de acting out. Los trabajos de Greenacre (1950a), Bychowski (1945) y Ekstein y Friedman (1957) sobre el acting out fueron para mí de gran utilidad y me ayudaron a comprender mejor este tipo de comportamiento.

En mi opinión, el acting out es "una forma especial de rememora- ción", y lo que se reproduce en forma reiterativa es "una experiencia total". Esta "experiencia total" fue, en el caso de mis pacientes, la relación perturbada establecida con la madre desde la infancia, la cual dio origen a la distorsión del yo y a la emocionalidad disociada.

Así como el niño antisocial manifiesta de modo visible, através de su conducta, distorsiones yoicas y relaciones objetales arcaicas que es incapaz de asimilar y comunicar psíquicamente, del mismo modo estos pacientes se valen de las intimidades corporales para poner de manifiesto y comunicar de manera visible los contenidos dc su emocionalidad y su distorsión yoica (cf. Winnicott, 1956b; Shields, 1962).



3 . El papel patógeno de la madre en la relación perturbada madre-bebé



El material clínico me permitió observar algunos rasgos prominentes de la patología y el carácter de la madre, que son a mi juicio responsables de la relación perturbada con el niño, creando esta emocionalidad y la predisposición a reproducirla através de las intimidades cor porales.

En todos los casos que he tratado, los padres de mis pacientes vivían cuando los hijos eran pequeños e irltegraban el núcleo familiar. Aunque de acuerdo con los antecedentes parecían formar una pareja estable, más adelante se puso de manifiesto que a partir de esa etapa habían surgido conflictos significativos entre los padres, y que en ese entonces se establecieron firmes mecanismos de negación y escisión como un medio de hacerles frente. Uno de los rasgos típicos de estas madres era que durante la fase de latencia sentían la compulsión a involucrar al ninho en confidencias relativas a sus esposos. La existencia real de conflictos parentales, y la incapacidad del niño pequeño de separar su realidad de las fantasías personales, complica y perturba su complejo edípico. Las madres, por su parte, procuran demostrar su indispensabilidad y su exclusiva dedicación al niño acudiendo precipitadamente a enfrentar y tratar de solucionar toda situación aflictiva o de stress. No se les ocurre pensar que de ese modo inhiben y obstaculizan , las actividades experimentales y exploratorias del niño.

Este tipo de madre no denigra ni desvaloriza al esposo en presencia de los hijos. Por el contrario, se asegura de que el niño se entere precozmente de su devoción hacia el esposo, y sobre la base de este modelo también exige devoción del niño. Todos mis pacientes estuvieron profundamente apegados a sus madres durante la infancia y la latencia. Greenacre estudia en su ensayo "On Focal Symbiosis" (1959) esta íntima relación con la madre, que se caracteriza por la "peculiar conjunción de la necesidad especial del nmo y de la sensibilidad espe- cial de la madre". Estos nmos fomentan, a través de la connivencia de sus funciones' yoicas y sus procesos yoicos corporales, el autoengaño de la madre que cree ser ornnipotentemente buena. Lo que rara vez revela la anamnesis de estos pacientes es algún recuerdo en que los padres aparezcan cuidando juntos del niño y prodigándole su cariño, y esto no se debe a la represión de recuerdos o fantasías relacionados con la escena originaria. Este fracaso de los paqres, como pareja, distorsiona la capacidad de los pacientes para establecer algún vínculo afectivo que no sea el ie una relación íntima entre dos cuerpos (Rickman, 1951).

Todas estas madres cuidaban adecuadamente del bebé. Sus debilidades, flaquezas y falta de comprensión personal sólo se ponían de manifiesto cuando el niño empezaba a caminar. Esta inseguridad e incertidumbre en el manejo del niño era característica del "período de destete", pero no me refiero aquí al destete del pecho, sino a esa fase que Winnicott (1960) describe en los términos siguientes:

"En los casos corrientes, la especial orientación de la madre hacia el bebé persiste más allá del proceso del parto. La madre que no adolece de deformaciones en este sentido se muestra dispuesta a desasirse de su identificación con el bebé a medida que éste necesita separarse de ella. Es posible proveer un buen cuidado inicial, pero no lograr que el proceso se complete debido a la incapacidad de dejar que llegue a su fin, de modo que la madre tiende a permanecer fusionada con la criatura y a demorar la separación. Sea como fuere, es difícil para una madre separarse de su bebé con la misma celeridad con que éste necesita separarse de ella."



Quiero subrayar este punto porque la anamnesis clínica y la recordáción transferencial de estos pacientes parecerían conftrmar el hecho de que en todos los casos la madre tenía sin duda una dificultad personal para manejar el cambio de la identidad primaria al reconocimiento de la independencia del niño. Se observa una oscilación fortuita entre la actitud de seguir tratando al niño que empieza a caminar "como si" fuera un bebé, o "como si" fuera más maduro e integrado que lo que cabría esperar de su desarrollo real. En mi opinión, las fantasías oral-sádicas tempranas no son responsables de la distorsión yoica de estos pacientes. La incapacidad materna de administrar "dosis de experiencia vital" (Fries, 1946) adecuadas a la fase es la causa de dicha distorsión.

Como consecuencia de esta actitud contradictoria, tiene lugar un desarrollo yoico precoz que conduce a una identificación precoz con la madre al nivel mental (cf..James, 1960). Al mismo tiempo, el yo cor- poral sustenta y explota un vínculo primitivo más autoerótico con la madre. Utilizo deliberadamente el término "autoerótico" porque se sigue poniendo el acento en obtener de la madre una satisfacción placentera, mientras se continúa haciendo caso omiso de ella como objeto. Sobre la base de este prototipo, los pacientes buscan experiencias eró- ticas y poseen singular habilidad para súscitar del objeto sexual una respuesta maternal que se ajuste voluntariamente a sus impulsos y de- mandas pregenitales, y los fomente. En este contexto, la relación no alcanza nunca una verdadera catexia objetal. El ideal reside en que dos personas dejen de lado su identidad y su estado de separación a fin de actuar en connivencia, al servicio de intimidades autoeróticas extáticas. La inconsistencia histórica en el manejo de la situación por parte de la madre se manifiesta en el yo del paciente como una escisión entre un . yo alerta y fiscalizador, y un yo primitivo y regresivo que no está diferenciado del ello y opera esencialmente a través del yo corporal: su superficie, sus órganos y sus orificios.

Creo que muchas de las extrañas contradicciones visibles entre el yo sofisticado de los pacientes y sus intimidades corporales sumamente primitivas pueden provenir de identificaciones erróneas con la madre. Trataré de aclarar este punto con un ejemplo. Uno de mis pacientes había sentido la compulsión de inducir a la esposa a masturbarse mientras él la miraba; y después del orgasmo de la mujer, le pedía que lo masturbase a él y que a su vez observara su eyaculación. En el curso de la sesión que tuvo lugar al día siguiente, ese paciente recordó que durante toda su niñez y hasta llegar a la adolescencia, su madre solía andar desnuda por la casa, y racionalizó el hecho diciendo que la madre lo había alimentado cuando era pequeño y para ella aún seguía siendo un bebé. Y sin embargo, cuando él tenía nueve años, la madre le contó cómo había experimentado un orgasmo a los dieciocho años, mientras estaba sentada junto a un hombre a quien adoraba, y después siguió explicándole de qué manera los hombres consiguen la erección y la eyaculación. El paciente recordaba claramente haber simulado que lo entendía todo para no sentirse avergonzado ante la madre por su incapacidad de captar plenamente el sentido de sus palabras. Para él, el nexo entre lo que había revelado durante la sesión y su acting out era muy claro.

Otro efecto de esas exhibiciones del cuerpo de la madre fue la compulsión a examinar y explorar de diversas maneras los órganos genitales de su esposa, pero nunca pudo descubrir su realidad y su naturaleza.

Las interesantes hipótesis de Keiser (1958) acerca del sentido de la invisibilidad de la vagina esclarecen considerablemente este material. El paciente en cuestión reaccionó más que con una angustia de castración, con una insaciable curiosidad respecto de un órgano oculto. Muchas de las masturbaciones anales compulsivas que practicó durante la última fase de la latencia fueron también intentos de descubrir la naturaleza de la vagina explorando lo que era para él un órgano análogo de su propio cuerpo. Esto lo había "alienado" completamente de su pene, aunque podía usarlo para el acto heterosexual. En mi opinión, aún no hemos tratado debidanlente las distorsiones que se producen en la cristalización del yo corporal del varón a causa de esa confusión respecto del cuerpo de la madre. Después del coito, este paciente sentía algunas veces la acuciante necesidad de que la mujer explorase digitalmente su ano.

La discrepancia entre los rasgos traumatizantes y excesivamente indulgentes de la madre conduce en estos casos a una disociacióh yoica en la que como adultos tienden a un selfinfantil, no desarrollado; habla- mos de un self "no desarrollado" porque en ciertos aspectos se trata de un desarrollo detenido. En la primera infancia existe una forma de detención del desarrollo 'en la cual el problema no reside en que el desarrollo libidinal o el desarrollo yoico no progresen como tales, sino en la incapacidad de establecer una interacción significativa a través de la integración de los dos procesos. Una de las funciones básicas de la maternalización consiste en fomentar esta integración, facilitando su fruición y crecimiento. Y una de las funciones "progresivas" que cumplen las experiencias corporales perverso-polimorfas es precisamente la de encontrar un objeto (una persona) con el cual y a través del cual se pueda anular esa escisión. Es evidente que en todas estas parejas existe una sutil comunicación inconsciente de necesidades básicas: un llamado y una respuesta. Esta comunicación se interrumpe y deja de funcionar cuando otros elementos conflictivos entran en el cuadro y distorsionan la motivación básica. Es por eso que, através del proceso analítico, el incremento del insight permite superar el acuciante anhelo de seguir repitiendo tales experiencias. Así como la situación analítica y la relación transferencial no pueden proporcionar las satisfacciones físicas que los pacientes buscan desesperadamente cuando se encuentran en esos estados anímicos, del mismo modo el mero hecho de compartir estas experiencias no conduce en el plano psíquico al conocimiento de los procesos inconscientes involucrados en ellas. La regresión libidinal implícita en las intimidades físiéas sólo es tolerable para el yo si éste mantiene una disociación a lo largo de toda la experiencia; de lo contrario, los afectos dolorosos relacionados con las experiencias históricas podrían abrirse paso y atravesar las barreras represivas. Através de las interpretaciones, el proceso analítico les administra en dosis tolerables el significado de la "experiencla escenificada" y de ese modo les permite resolver la disociación. Estos pacientes experimentan el inequívoco y ansioso deseo de bucear en su interior, tanto en el plano físico como psíquico. Este se puede controlar eficazmente al servicio del tratamiento si uno se muestra tolerante con su acting out e indaga cuidadosamente a fin de rastrear su significado en la primera infancia del paciente.

Una característica de la relación perturbada madre-bebé es el bajo grado de tolerancia de la madre ante la angustia y frustración del pequeño. Esta oscila nuevamente entre un alto nivel de expectativa respecto del niño que empieza a caminar, en términos del desarrollo yoico, y la ansiosa afirmación de todas sus nacientes funciones yoicas. Estas madres realizan con sus hijos una suerte de trueque: por tanto desarrollo yoico, permiten tanto infantilismo de experiencias corporales libidinales.

En las fantasías que forjan estos pacientes durante el período de latencia es interesante observar cómo transforman esa ambivalencia de la madre en una atormentadora y traumática privación sadomasoquista. Al mismo tiempo, a través de una serie complementaria, idealizan a la madre como una persona mágica, dotada de omnisciencia y omnipotencia. Lo que no pueden encontrar en sus representaciones interiores de la madre es bienestar y consuelo. Bienestar significa para ellos seducir y ser seducidos para entregarse a ciertas intimidades, y es esto lo que vuelven a reproducir en sus intimidades corporales al llegar a la edad adulta.

El bajo nivel de tolerancia de la madre frente a la angustia del niño se relaciona muy estrechamente con los vaivenes depresivos de su estado anímico. Debido a que la atención personal que brinda al niño se caracteriza por su falta de estabilidad, nunca está segura de 10 que le ocurre al pequeño y, por 10 tanto, siempre está corriendo a su lado para rescatarlo y tranquilizarlo.

Este comportanúent dificulta en los niños el ejercicio de lo que Hartmann (1952) ha llamado "intencionalidad". Apesar de su precoz desarrollo mental, tienden a permanecer "fusionados" con el estado anímico de la madre, lo cual da lugar en la infancia a excesivas ensoñaciones.

Estas madres se caracterizan también por cierta omnipotencia en su pensamiento. Por esa razón son madres buenas para el bebé. El niño que empieza a dar sus primeros pasos tiene un medio de hostigar y poner a prueba la omnipotencia de la madre. No es aún bastante independiente, como lo será más adelante, y sin embargo no es tan dócil como el bebé. Esta aparición de la agresividad, el desafío juguetón y la resistencia en la conducta del niño mortifica e irrita sobremanera a las madres. La represión de la rabia (odio) que experimentan, da lugar a maniobras seductoras por parte de la madre, seducción que es a un tiempo una seducción del yo, por la vía de fomentar la precoz madura- ción yoica, y una seducción del ello, a través de la continua provisión de amor corporal. En tres casos, esta peculiar técnica de la madre condujo a una escisión muy marcada tanto en el yo como en los objetos exter- nos. La relación entre el yo-mental y el objeto no-sexual se yuxtapuso al yo-ello libidinal y al objeto sexual permisivo.

Otro penoso aspecto de esta disociación en la orientación de la madre consiste en que si bien ésta contjnúa satisfaciendo las necesidades corporales del niño de una manera primitiva, ya no catectiza su participación en esas actividades. En el material de los pacientes adultos esto se manifiesta invariablemente por un permanente sentimiento de angustia y el convencimiento de que el compañero no goza verdaderamente de esa experiencia, que simplemente lo hace para obtener algún beneficio social o personal no sensual o (en su aspecto más paranoide) para burlarse después de ellos. El desmedido dolor psíquico y emocional que experimentan los pacientes a causa de estas dudas es muy típico de la situación. En ténninos del proceso analítico, piensan que uno no se interesa realmente por ellos o que no da crédito a sus sentimientos. Cada una de esas experiencias pierde su significado porque no pueden creer que el compañero catectizó la situación con verdadera libido y sensibilidad, y como un último medio de defensa se vuelven contra sus propias tendencias libidinales y las tratan como simples instrumentos de juego. De este modo, puede instaurarse una severa forma de auto-denigración, así como la desvalorización de todas las relaciones libidinales.

Este tipo de manejo materno ejerce otro efecto patógeno, porque si bien la madre fomenta plenamente la omnipotencia de pensamiento y de acción del niño pequeño, y gratifica sus actividades autoeróticas, es incapaz de desarrollar un "capital narcisista" en el yo del niño. Me ocuparé del déficit de narcicismo primario de estos pacientes cuando considere el problema de las distorsiones yoicas. Por el momento, bastará señalar que la exagerada erogeneidad conduce de hecho al agotamiento de la libido del yo en el niño. Una descarga demasiado grande de la tensión instintiva pregenital desvitaliza la transformación de cate- xias en libido del yo (cf. Schur, 1953; Winnicott, 1956a).

La ambivalencia inconsciente de estas madres desempeña aquí un papel prominente. De alguna manera; sus propios problemas instintivos influyen para que pongan una dosis muy grande de interés del yo en las actividades, el cuidado corporal y el desarrollo yoico del niño. Pero este interés del yo carece, evidentemente, de calidez y afectividad. En sus anamnesis, todos los pacientes recordaban a sus madres como personas frías, inexpresivas, impersonales o entrometidas.

En términos del desarrollo pregenital de la libido, el conflicto máximo entre el niño y la madre se produce en torno de los excrementos corporales, es decir, en torno de las fases anal y uretral. De acuerdo con mi experiencia clínica, parecería que aunque las madres continúan fomentando las experiencias autoeróticas, tienen agudos problemas de 'vergüenza y culpa frente a las experiencias corporales más notorias. En ciertos casos pude comprobar que la misma permisividad de la madre se debió a que había catectizado su propia implicación en los happenings. En este nivel, la seducción se lleva a cabo fomentando excesivos desplazamientos de los procesos libidinales pregenitales a los procesos, funciones y mecanismos de 'defensa yoicos. Esto conduce a veces a una excesiva neutralización del potencial instintivo y deja al yo sin conexión con las catexias del ello. En estos casos, existe el persistente temor al vacío instintivo. Y el vehemente anhelo de vivenciar experiencias corporales perverso-polimorfas está motivado en gran parte por ese angustioso temor. Los pacientes sienten la imperiosa necesidad de averiguar si poseen realmente necesidades instintivas que puedan materializar y vivenciar dentro de una reciprocidad compartida con otra persona.

Estos conflictos inconscientes, pero agudamente compartidos. y combatidos, en torno a las experiencias anales y uretrales, encuentran un súbito alivio en la fase fática. En esta etapa la madre recobra de nuevo sus derechos. Se identifica con el desarrollo fálico del niño (sea varón,o mujer) y lo sobrecatectiza con el interés del yo. El niño se convierte en su falo. Es una seducción que a estos niños les resulta muy difícil rechazar porque ofrece una solución mágica para sus conflictos intrapsíquicos. Por un lado, conduce a maniobras narcisistas defensivas y, por el otro, mediante la identificación bisexual, a un constructo regresivo pecho-falo, es decir, a una fusión del pecho omnipotente con el falo omnipotente (Greenacre, 1960b).

Por lo tanto, este pecho-falo funciona como un fetiche mel1tal secreto (si se me permite acuñar esta expresión un tanto indefinida), y constituye la fuente de una gran dosis de negatividad paranoide y de incapacidad para entregarse a verdaderas relaciones objetales (Greenacre, 1953ª).

La personalidad de la madre no es excesivamente neurótica ni psicótica. Es una madre sana cuya sensibilidad y problemas personales entran en un agudo conflicto patógeno con el niño en el preciso momento en que éste inicia su primeras experiencias de diferenciación respecto de la madre como objeto separado, y cuando comienza a plas- marse en el nivel intrapsíquico la diferenciación de los límites yo-ello. En este contexto, no he hecho justicia al problema de la agresión. En: resumen" quisiera señalar que estas 'madres enfrentan su agresividad y su odio através de un curioso tipo de emocionalidad maníaca. Están siempre alerta y en un grado extremo de ansiedad, son vitales y sufren ataques de letargo depresivo.

El hecho de que estos pacientes hayan gozado de una infancia sana explica en buena medida por qué no degeneran en perversiones propiamente dichas. Además, tuvieron acceso hasta la adolescencia a un tipo específico de relación objetal. Este prolongado vínculo con la madre es muy importante desde el punto de vista de la etiología, porque significa que, la relación, en su afectividad primitiva y regresiva, perma. nece abierta y disponible para ellos a lo largo de todas las fases de desarrollo pregenital de la libido y de maduración yoica. Esto explica en parte su hipersensibilidad cuando llegan a la adultez. El punto etiplógico significativo es que estas madres toleran y fomentan sin duda cier. tos tipos de descarga, los cuales cumplen una función protectora, aun si conducen a una distorsión del yo.

Esta prolongada relación con la madre pasa a ser el medio ambiental que mantiene activos, en gran parte, los primitivos procesos psíquicos I y libidinales. En estos pacientes el trauma proviene, más que de un solo acontecimiento o de una serie de acontecinuentos acaecidos en la primera infancia, de la larga persistencia de la integración patógena con la madre. Por este motivo, resulta imposible delimitar de modo precio so el nivel de edad en el cual todo esto sucede. Los pacientes no poseen un yo integrado, sino un yo estructurado como un collage; es, por lo tanto, la resultante de superposiciones de todos los niveles y tipos de fases libidinales, capacidades yoicas y relaciones objetales. La transformación de este collage yoico en integración yoica es la demanda básica que los pacientes plantean al tratamiento. Esta calidad de collage de su estructura psicológica Y emocional es precisamente la que tratan de anular y corregir (Gitelson, 1958).

Freud (1905d) expresó de modo muy explícito en Tres Ensayos para una teoría sexual:

"Durante todo el período de latencia aprende el niflo a amar a las personas que satisfacen sus necesidades y lo auxilian en su carencia de adaptación a la vida y aprende a amarlas conforme al modelo y como una continuación de sus relaciones de lactancia con la madre o la nodriza."

Estas madres se caracterizan por obstaculizar ese proceso de des- plazamiento del niño. Quieren seguir siendo el objeto primario. Por esta razón, todos estos pacientes se volvían contra la madre en forma activa durante la pubertad y la adolescencia, y lo hacían invariablemente descubriendo e idealizando al padre. Esto es válido tanto para los casos masculinos como femeninos, pero en la mujer da origen a conflictos muy complejos respecto de la heterosexualidad.

No es exagerado inferir que la conducta de estas madres es, a un tiempo, traumatizante Y seductora. Freud enfatizó en un principio y descartó más tarde el papel que desempeñaría la seducción sexual real del niño en la etiología de la histeria. Sobre la base del material que obtuve durante el tratamiento de estos pacientes, parecería que la teoría de la seducción real, en cuanto crea una aguda disociación yoica, no es, después de todo, tan falsa.

Pero esta seducción no es un hecho aislado, sino un modo de intimidad psicofísica entre la madre y el niño (Greenacre, 1953a). Freud (1905d) dice al respecto: "Es muy interesante comprobar que bajo la influencia de la seducción puede el niflo hacerse polimórficamente perverso; es decir, ser inducido a toda clase de extralimitaciones sexuales."

Esto se aplica sin duda al caso de las intimidades corporales perverso- polimorfas de mis pacientes, en cuanto resultan de su relación histórica con la madre.

Una característica adicional de la relación de estas madres con sus hijos se destaca con particular relieve: al parecer, sentían la compulsión a separarse del niño por cierto lapso durante la fase edípica de su desarrollo. Repentinamente se iban de viaje a otro país con el esposo, para pasar unas largas vacaciones, o encontraban algún pretexto para enviar al niño fuera de la casa durante una temporada. Esta actitud representaba su sentimiento de culpa frente al esposo, y un último intento de romper el vínculo y liberarse del niño. Este reaccionaba de manera con- fusa y contradictoria: 1) con alivio y una sensación de libertad; en otras palabras, vivenciaba la experiencia como algo positivo; y 2) con rechazo, acompañado de rabia y sentimiento de culpa. Pero el aspecto positivo de la experiencia de separarse del niño se frustraba y malograba porque, a su regreso, la madre entraba en competencia con la personas con quienes el niño habla establecido algún vInculo, y lo atraía mediante maniobras seductoras, incitándolo a reanudar la relación originaria.



4 Naturaleza y [unción de la distorsión yoica



Definiremos ahora de modo más especifico la naturaleza y la función de la distorsión yoiya en estos pacientes, y el rol que desempeña en sus prácticas sexuales perversas. Hasta ahora procuré ofrecer un cuadro de las técnicas patógenas que utiliza la madre para el cuidado del niño. No es mi intención achacar toda la culpa a la madre y presentar el yo del bebé como una victima pasiva, inocente y desvalida de los errores maternos. Todas las investigaciones que hemos realizado en el campo de la psicologia del yo dejan poca duda acerca de la extrema vulnerabilidad del incipiente yo, por un lado, y de su innata potencialidad para el crecimiento, estructuración y supervivencia, por el otro. Creo que en la medida en que estas madres fomenten adecuadamente el crecimiento de todas las funciones yoicas, prepararán el terreno para el desarrollo de un yo fuerte. Por esta razón hablo de distorsión yoica y no de debi- lidad yoica. Lo que caracteriza la psicopatología de estos pacientes es la forma deliberada e implacable con que tratan de someterlo todo a la omnipotencia de su yo (cf. Winnicott, 1960).

Esta característica de su estructura psíquica es la que analizaremos en primer término. En todos estos casos ha habido, como lo sugerí antes, una seducción destinada a fomentar el desarrollo prematuro del yo. Pero no es una seducción pasiva, sino compartida. La explotación voluntaria de cada una de las experiencias de la infancia tendientes al desarrollo yoico es la que crea una escición básica en el yo. Creo que introducir el concepto de voluntad en esta etapa temprana del desarrollo yoico tiene algo de fantasía, pero no sé de qué otro modo podr{a designar la fuerte tendencia innata del yo "hacia la asimilación, domi- nio y expansión", téndencia que según la caracteriza Anna Freud (1959), "está arraigada en su racionalidad biológica".

A mi entender, la predisposición temprana del yo de. estos pacientes hacia el prematuro dominio de todas las experiencias productoras de conflictos establece un doble proceso: desde el punto de vista libidinal, hacia experiencias pregenitales de descarga, y en términos yoicos, hacia el uso masivo y fortuito de mecanismos de defensa. Este uso precoz y prolijo de mecanismos de defensa conduce también más tarde a su li. bidinización. De modo similar, la intensificación del proceso yoico en desarrollo, a través de las identificaciones prematuras con el rol de la madre, origina severas perturbaciones en el desarrollo de la sexualidad pregenital. Debido al bajo nivel de tolerancia a la angustia, hay una con. tinua explotación de la potencialidad erótica del yo corporal con vistas a la liberación de la tensión. Esta técnica desvitaliza a su vez las catexias objetales, y a partir de una fase muy temprana el interés del yo reemplaza a las verdaderas catexias de objeto (cf. Anna Freud, 1954a).

Como consecuencia del precoz desarrollo yoico, se produce una decatectización de la persona de la madre y de esa parte del cuerpo vinculada con ella a través de la .identificación y el narcisismo primarios (cf. James, 1962). Por eso, en las experiencias vivenciadas por los pacientes én la infancia y la vida adulta, cada objeto que obra en connivencia para "satisfacer las necesidades corporales" resulta psíquicamente obliterado por el acto mismo de satisfacción. y aunque las satisfacciones provocadas por la descarga llegan a ser compulsivas e idealizadas, es escaso el placer que deriva de ellas (cf. Glauber, 1949). Estas experiencias libidinales y eróticas no desarrollan capacidad alguna para la "constancia objetal" (Hartmann, 1952) o la integración afectiva (cf. Winnicott, 1945, 1960).

Anna Freud (1954a) examina la influencia que ejerce este hecho sobre la conducta transferencial de estos pacientes:

"El análisis revela que no existe ninguna reserva oculta de amor u odio arcaicos que pueda utilizar la transferencia. Las relaciones con el analista se mantienen en un plano superficial e inseguro, porque se fundan sobre la única pauta de relaciones disponible;' dado que la libido nunca ha podido concentrarse plenamente en ningún objeto, no parece producirse la concentración de material en una neurosis de transferencia."

(Cf. también Gillespie, 1952.) Este hecho, sumado a la negativa a admitir su dependencia arcaica respecto del ana lista y de la situación analítica, obliga a los pacientes a valerse en gran medida del acting out (cf. Bychowski, 1945).

He subrayado ya el uso excesivo de mecanismos de escisión por parte de estos pacientes. Sus mecanismos identificatorios muestran también ciertas cualidades específicas. Los pacientes se identifican con el objeto y, por lo tanto, lo reemplazan. Se trata de una técnica incorporativa que los lleva a convertirse en el objeto, en vez de modelar y desarrollar alguna función yoica a través de la identificación con un objeto. Puede verse claramente cómo estos pacientes asumen desde muy temprano la en sus propias madres "nutricias" (cf. Winnicott, 1949; Bychowski, 1945).

Cuando este tipo de proceso identificatorio se combina con mecanismos de escisión, emerge una interesante situación intrapsíquica. El pat:iente es, a la vez; la madre y el bebé, pero en cualquier situación dada de implicación objetal, sólo puede desempeñar uno u otro de los roles. Por lo tanto, una parte del yo tiene que proyectarse sobre la otra persona. Es esto que confiere una peculiar aureola de juego de roles l y pantomima inventada a tantas de sus relaciones sexuales y emocioales. Quisiera considerdr ahora el problema del déficit de narcisismo primario en la estructura yoica de estos sujetos.

El concepto de narcisismo primario pasó a ocupar en los últimos años el lugar más importante en nuestras investigaciones metapsicológicas debido, por un lado, al creciente interés y conocimiento de las técnicas de cuidado infantil y, por el otro, a los análisis más intensivos de casos borderline y de trastornos de la personalidad de tipo esquizoide. Los puntos de vista que presento aquí, a modo de discusión, tienen un carácter sumamente tentativo.

En "Introducción al narcisismo" (1914c) F reud expuso los dos enunciados siguientes: 1) "Sólo la catexia de objeto hace posible distinguir una energía sexual la libido de una energía de los instintos del yo". 2) "Para constituir el narcisismo ha de venir a agregarse al autoerotismo algún otro elemento, un nuevo acto psíquico". Este valioso trabajo de Freud no fue debidamente comprendido y asimilado a nuestra labor clínica y teórica porque en aquel entonces Freud formulaba enteramente sus conceptos en términos de la situación intrapsíquica del bebé. Creo que hoy estamos mejor equipados para manejar esta cuestión, dadas las investigaciones que se han realizado en el campo de la psicología del yo y de las técnicas de cuidado infantil. Consideremos en primer término el problema que el propio Freud se planteó a este respecto: "¿La hipótesis básica de una energía psíquica unitaria no nos ahorraría acaso todas las dificultades que presenta la diferenciación entre energía de los instintos del yo y libido del yo, libido del yo y libido objetal?" Ahora es factible postular que así como desde el punto de vista estructural existe al principio un yo-ello indiferenciado, del mismo modo, en términos de las energías instintivas existe un capital indiferenciado de energía agresiva, libidinal y yoica. Surge entonces la pregunta: ¿cómo llega a diferenciarse este capital energético indiferenciado? A mi juicio, la respuesta reside en un proceso complementario triple: i) la maduración del yo corporal que articula la energía libidinal a través de las fases pregenitales; ii Ja integración madurativa muscular que une y define las catexias agressivas (Greenacre,1960c) iii) a transformación de incipientes capacidades yoicas potenciales en funciones yoicas ejecutivas. En estas tres áreas de articulación y diferenciación la madre desempeña un rol esencial. Si moviliza el autoerotismo del cuerpo del bebé mediante el cuidado corporal y ayuda a coordinar y canalizar su desarrollo muscular y su pulsión agresiva, también presta su apoyo, como una aliada, un alter ego, al incipiente yo del bebé. Sólo cuando ha permitido la diferenciación del yo-ello indiferenciado y la intensificación. de los afectos y catexias libidinales, el yo del niño podrá desarrollar catexias de objeto. Por lo tanto, el "acto psíquico" (Freud, 1914c) es la suma de la actividad de la madre, más los procesos de de. sarrollo inherentes al yo. En su estudio sobre las fases tempranas del desarrollo infantil, Anna Freud (1953) expone el problema básico del yo del bebé: "Todo cuanto sucede tiene una respuesta: lo que parece faltar es una conjunción de experiencias". La función esencial de la ma. dre consiste en posibilitar esta "conjunción de experiencias". Al aportar su propia función yoica, su afectividad y su sensibilidad, la madre perinite que se materialicen en la personalidad del bebé los procesos siguientes:

l. Diferenciación de los afectos y catexias del ello.

2. Diferenciación de las catexias libidinales respecto de las agresivas.

3. Asinilación por el yo de estas catexias libidinales y agresivas através de las satisfacciones corporales y su transformación en narcisismo primario" .

4. Neutralización de cierto caudal de energía y tensiones instintivas a través de estructuras yoicas que unen y sirven de descarga (cf. Schur, 1953).

5. Empleo de la libido del yo, tanto en las funciones yoicas como en las catexias de objeto.

Este es, por supuesto, un diagrama ideal. En la experiencia concreta se producen inevitablemente ciertas desviaciones. En términos del tipo de desarrollo yoico que constituye el tema de nuestro estudio, la disociación entre las funciones yoicas y la afectividad de la madre inicia una escisión en el yo del niño. Una de las consecuencias que este I hecho trae aparejadas es que en lugar de una interacción entre desarrollo yoico y desarrollo instintivo se pone en marcha un paralelismo. Ambos se desarrollan de modo independiente, y cada uno trata continuamente de someter al otro al control de sus propias metas y pautas de actividad. Esto exacerba la erogeneidad y la función yoica y, en consecuencia, no se introduce la transformación de la erogeneidad pregenital en narcisismo. Desde el punto de vista clínico, esto se manifiesta como uno agudo agotamiento del yo (apatía) y, al mismo tiempo, como un empo. o breclmiento de los instintos. Los logros yoicos de estos sujetos resultan fútiles para ellos porqlle carecen de catexias libidinales, y sus experiencias instintivas normales minan la vitalidad de su yo. El deseo de remediar este desequilibrio motiva la búsqueda de un objeto que les : permita unir y fusionar estos dos procesos paralelos, y las experiencias corporales perverso-polimorfas expresan el vínculo de unión con dicho objeto. Por lo tanto, buscan objetos no sólo para descargar sus necesi- dades instintivas sino, aún más compulsivamente, para satisfácer necesidades yoicas primitivas. La meta no es amar y ser amados, sino encono trar un tipo especial de participación de un adulto que transforme lo que es ajeno al yo en algo que se relacione con el yo. Esta relación yoica difiere un tanto de la relación egosintónica. A través de mecanismos de negación y escisión, estos pacientes logran que la mayoría de sus experiencias sean egosintónicas de una manera pseudo, "como si". Lo que sus congelados y prematuros mecanismos de defensa no les permiten obtener nunca es una relación yoica con los procesos instintivos y, a la vez, con el objeto externo (cf. Gitelson, 1958; Kaufman, 1960; Winnicott, 1958a).

He mencionado anteriormente la intolerancia a la angustia y la frustración propia de estos pacientes, y sin embargo, de alguna manera peculiar anhelan con vehemencia la frustración. Este deseo se vincula con el temor a vivenciar satisfacciones reales. En el contexto de este tipo de experiencia y funcionamiento yoicos, cualquier satisfacción orgástica equivale a un aniquilamiento. Una de las características I de esta clase de distorsión yoica es que intensifica el anhelo de tensión. Alimenta la tensión con la lnisma avidez con que trata compulsivamen- te de descargarla. Schur (1953) describe o este proceso como una "reac- ción de angustia primaria con resornatización total". En este caso, las catexias instintivas estan incluidas en las funciones defensivas y la hiper- actividad mental. Esta emocionalidad de los pacientes reviste una cuali- dad maníaca, que los conduce a establecer relaciones objetales extre- madamente intensas. Y, sin embargo, está siempre presente el temor a la absorción yo el aniquilamiento a través de la satisfacción. En términas de la psicopatología que se manifiesta cuando llegan a la edad Iadulta, todo se distorsiona y se reduce a un juego emocional de mirar y ser mirado, en el que intervienen tanto procesos psicológicos como corporales (cf. Lewin, 1950).

Las viscisitudes de sus pulsiones agresivas revelan la misma complejidad y distorsión. En la infancia, su manera de hacer frente a la agresión ; se expresa, sea por medio de estallidos °afectivos, sea por una hiper- actividad. En la edad adulta, la actividad yoica asume la forma de "amoríos" hécticos y desmedido erotismo. Esta forma de enfrentar la agresión através de la libidinización la disocia nuevamente del yo, f con la penosa y fatídica consecuencia de que en las fantasías inconscientes la agresión reprimida se convierte en sadismo y, a través de las funciones yoicas, en la compulsión a controlar y dominar todos los ob- jetos. Por esta razón, cierta mórbida pasividad apática que puede obser- varse en sus relaciones objetales es una manera de refrenar las fanta- sías sádicas y los temores paranoides de represalias.

Este conflicto inconsciente subyace tras la aparente sugestionabilidad y docilidad superficial de estos pacientes, los cuales dan muestras de gran habilidad para explotarlo como un señuelo destinado a atraer y seducir a otros, induciéndolos a participar de intimidades corporales colusorias.

Las angustias paranoides subyacentes, los temores de castración y la sensación de una aguda escisión de la personalidad los obliga a recurrir a un continuo acting out. Lo que en el análisis consideramos como acting out se había manifestado en etapas anteriores de su vida como una proclividad a establecer relaciones sexuales impulsivas y a vivenciar experiencias corporales primitivas. El acting out es, al mismo tiempo, una manera de desembarazarse de tensiones conflictivas en el yo, y de involucrar a otros yo (personas) para ponerlos a su servicio. En las experiencias compartidas, consiguen el control desempeñando el papel de maestro de ceremonias. Frente a esta compulsión a actuar (acting out) tienen que establecer mecanismos de control y prácticas fóbicas sumamente sutiles. Su sentido de la realidad los lleva a seleccionar objetos voluntarios y áreas de actividad adecuadas, pero sumamente limitadas, lo cual contribuye, naturalmente, a que su existencia les re. sulte fútil, porque tienen plena conciencia de sus restricciones ritualistaso Su omnipotencia es imposible sin sus defensas fóbicas. Las experiencias corporales perverso-polirnorfas constituyen el medio para hacer placentera esa existencia y conllevan la esperanza de que puedan llegar a atravesar fortuitamente las rígidas barreras internas de sus propias personalidades. Su claustrofóbica vida interior también resulta soportable debido a estas intimidades sexuales con otras personas, aunque cada una de esas relaciones se toma a su vez claustrofóbica y castradora, lo que los obliga a disociarse de ellas.

La incapacidad de neutralizar la agresión en la etapa temprana del desarrollo obliga al yo a enfrentar la agresividad mediante el desplazamiento hacia experiencias corporales pregenitales. El sentimiento de culpa y angustia vinculado con esta situación se atenuará si pueden encontrar un objeto que fomente y comparta dichas experiencias. De este modo, se valen del objeto como de un superyó permisivo y sancionador. Una de las vicisitudes a que da origen este estado de cosas es que el objeto que se convierte en portador de la proyección de impulsos pregenitales es juzgado también de manera adversa. Las actividades eróticas compartidas con el objeto se escinden como si fueran ajenas al yo, y el superyó concuerda con el yo mediante la adopción de actitudes críticas hacia el objeto. A causa de ello, los pacientes renuncian súbi- tamente a sus catexias instintivas y al interés del yo en el objeto, parecen hastiados y apáticos, y para la otra persona ese comportamiel1to es visto como una muestra de sádica ingratitud (Bychowski, 1945; Winnicott, 1949).



5 La naturaleza y el papel de las relaciones de objeto



Para los fines de esta discusión, es necesario distinguir las relaciones so- ciales de los pacientes, de sus relaciones afectivas e instintivas. Sus reaciones sociales pueden ser adecuadas y significativas para la gente que los rodea. En realidad, el mantenimiento de buenas relaciones sociales es indispensable para su propia autoestima. Un superyó débil contribuye también a que la personalidad dependa de la aprobación y el apo yo del medio social.

Las reláciones personales y afectivas son las que conducen a expe- riencias corporales perverso-polimorfas. En nuestra literatura especializada se conocen tres trabajos que describen sucintamente la dinámica y la patología de dichas relaciones. En "Transitional Objects and Transitional Phenomena" (1951), Winnicott define el área de funcionamiento primitivo hacia la cual retroceden los pacientes o en la que queda fijado su yo, al par que colocan dentro de ese molde todas sus experiencias actuales con objetos instintivos. En su ensayo titulado "A Connexion Between States of Negativism and of Emotional Surrender" (1952), Anna Freud afirma que una de las dificultades ocultas tras esa búsqueda contina siendo la incapacidad de entregarse emocionalmente y de experimentar por sí mismos una verdadera satisfacción Y relación de objeto. Marion Milner describe en "Aspects of Symbolism in Comprehension of the Not-self' (1952) las vicisitudes de la obliteración de los límites corporales y la necesidad de dar cabida a la ilusión de unicidad como precursora de la diferenciación del cuerpo separado y de la iden- tidad del sel!.

Estos pacientes siempre están tratando de lograr un estado de ilusoria unidad con otra persona que comprenda, apruebe, articule y satisfaga todas sus necesidades yoicas y tendencias instintivas. Pero esta relación tiene un requisito inconsciente: que aunque el objeto promueva y satisfaga las tendencias pregenitales perverso-polimorfas auto-eróticas, no debe necesitarlas para sí mismo. El temor de que el otro pueda ser un verdadero perverso y los seduzca imponiéndoles una perpetua y abyecta connivencia constituye un permanente motivo de angustia para estos pacientes. Debido a la desconfianza que les inspira el objeto, el ilusorio estado de unidad degenera, convirtiéndose en un mágico y omnipotente control sobre el objeto y si bien el objeto está disponible para adaptarse a un estado de máxima dependencia, debe fomentar el rechazo de dicha dependencia por parte de los pacientes. Esta necesidad extrema de estimular y forzar coercitivamente una adaptación total a las intimidades corporales perverso-polimorfas, como un medio de expresar la relación con el objeto transicional, nunca llega a ser satisfecha en la persona adulta. La propia patología yoica de los sujetos distorsiona el simple estado primitivo que anhelan alcanzar. Lo que empieza con la búsqueda de un ilusorio estado primitivo de unicidad degenera patológicamente en la necesidad de someter a prueba las credenciales y la potencialidad del objeto. De este modo, cuanto mayor es la "resistividad" del yo del paciente, tanto más ideal y desmedida es la exigencia de que el objeto se pliegue a la adaprnción y la satisfacción. Por lo tanto, la dependencia se convierte en el acuciante impulso de obligar al objeto a adaptarse. Ni la absorción en la relación, ni la satisfacción placentera son posibles. Los conflictos intrapsíquicos y de desarrollo se transmutan en intereses del yo. La tarea del objeto consiste en curar y transformar la patología del paciente en salud, prodigándole amor y cuidados. En la dinámica intrapsíquica de estos pacientes, el desasosiego y la vergüenza desempeñan un papel más vital que los sentimientos de culpa y los conflictos estructurales. Su reacción a la frustración y el desengaño es, más que una condición depresiva, un estado de confusión e impotente desconsuelo. En consecuencia, enseñan al objeto a convertirse en el consolador ideal. La apremiante fuerza implícita, en el desafío y la atracción de este ofrecimiento de relación se pone de manifiesto por el hecho de que estos pacientes tienen singular facilidad para encontrar cómplices entre los miembros de la sociedad. Los tientan con promesas para que actúen en connivencia, y después los defraudan. Sin embargo, en su fuero interno tienen el convencimiento de que son los otros, por supuesto, quienes los defraudaron a ellos. Lo irónico de estas relaciones es que lo que se busca fundamentalmente no es la satisfacción erótica ni la satisfacción libidinal. Estas representan meros beneficios secundarios derivados de la técnica de intimidad y de un modo defensivo de existencia (cf. Winnicott, 1956a). En la medida en que la distorsión yoica toma imposible la 'vivencia intrapsíquica de la desilusión, el duelo y la admisión del amor obje tal, estos pacientes están obsesionados por la búsqueda de un objeto ideal. Su necesidad primaria, como se revela gradualmente a través del proceso analítico, reside en encontrar o, mejor dicho, en redescubrir una relacione arcaica con una fase de dependencia en donde haya cabida para la ilusión, las satisfacciones del ello y la relación yoica, a fin de vivenciar psíquicamente la desilusión y la separación. Lo que buscan es una relación en la cual el yo pueda vivenciar y asimilar psíquicamente la insatisfacción, la angustia, la tristeza y la pérdida (cf. Winnicott, 1958a).



6 Conclusión



En este capítulo centré mi atención en una actividad específica que in- volucra al yo corporal y expresa un tipo particular de emocionalidad, esto es un estado intrapsíquico disociado. Siguiendo la sugerencia de Kris en el sentido de que el "estudio de actividades específicas representa un tema importante para las futuras investigaciones psicoanaliticas" (Kris, 1955), he procurado demostrar de qué manera esta actividad específica, que consiste en 'experiencias corporales perverso-polimorfas, autoeróticas y/o practicadas con otro objeto, es el resultado de una distorsión yoica que deriva de un tipo específico de relación patógena madre-hijo.

Este tema fue estudiado recientemente por Greenacre (1959) en términos de la "simbiosis focal" y por Melitta Sperling (1959) como conducta sexual infantil desviada através de una connivencia íntima con la madre. He tratado de especificar cuáles son los rasgos patógenos en el carácter de la madre y en el manejo del niño que conducen a este tipo de comportamiento.

Glover (1943) afirma que "por muy fragmentado que se halle el yo temprano, existe desde el principio una función sintética de la psique I que opera con fuerza gradualmente creciente".

En estos pacientes, la patología específica de la relación madre-hijo perturba y distorsiona esa función sintética de la psique y da origen a acentuadas escisiones y disociaciones del yo. Los elementos de trauma, seducción y desarrollo yoico precoz resultantes conducen a la formación intrapsíquica de una afectividad disociada, que clínicamente se manifiesta en forma visible como una tensa emocionalidad. Esta se expresa tortuosa y compulsivamente através de relaciones objetales y experiencias corporales perverso-polimorfas. El valor, la dinámica y el significado de estas experiencias sólo resultan accesibles al examen y la interpretación analíticos muy gradualmente, porque los pacientes se muestran muy reservados acerca de ellos.

En cuatro de los casos que he atendido, los pacientes se habían sometido antes a largos tratamientos analiticos, sin que este material sabiera a luz en abosluto. He subrayado la importancia que tiene dicho material para llegar a comprender la psicopatología de los pacientes, porque la sobrecondensación regresiva respecto de todas las fases del desarollo del yo y de la libido, así como de relaciones objetales arcaicas,deriva en una emocionalidad que se representa a través de experiencias corporales perverso-polimorfas.

De acuerdo con uno de mis postulados, además de cumplir la función de descarga defensiva-regresiva, estas experiencias son también el vehículo de una esperanza que quizá podría equipararse a una "experiencia emocional correctiva". A raíz de la negativa de la madre a reconocer el valor de privación que tiene su retiro de catexias del cuerpo del niño, a éste le resulta imposible reaccionar abiertamente con rabia y agresión, o vivenciar a nivel psiquico el duelo, la pérdida y la separación. En su reemplazo, instituye una disociación que podemos percibir en la clínica, según la descripción de Szasz (1957), como el yo que trata al cuerpo (en ,Contraste con el self) como el objeto perdido”.

El "objeto perdido", cuyo representante pasa a ser el yo corporal, es una constelación mixta compuesta por: a) buenos recuerdos : de haber sido cuidado y alimentado; b) la madre buena perdida; c) identificacion con la negación por parte de la madre de su odio y su rechazo; d) rabia y agresión reprimidas en el yo primitivo.

Tanto las experiencias corporales perverso-polimorfas como las relaciones objetales son un intento regresivo de descargar esos afectos Y una modalidad de empatía corporal al servicio de una nueva percepción destinada a seleccionar y separar esa confusa mezcla de imágenes, recuerdos y afectos. Si en la clínica conseguimos ayudar al paciente a que I lleve a cabo esta diferenciación y discernimiento psíquicos, las disociaciones Y escisiones del yo podrán ser resueltas. (Greenson, 1960; Greenacre, 1956).

En este capítulo no tuve el propósito de examinar los problemas técnicos implícitos en esta área de investigación. Sin embargo, espero , sinceramente que lo que he dicho acerca de la potencialidad de estas experiencias corporales para proporcionar información respecto de niveles primitivos y arcaicos de desarrollo yoico y libidinal no sea interpretado erróneamente en el sentido de que recomiendo dichas experiencias y el acting out por considerarlos esenciales Y necesarios desde el punto de vista terapéutico. Esto sería un grueso error de discernimiento clínico. En realidad, las experiencias corporales perverso-polimorfas Y la emocionalidad de estos sujetos constituyen una firme fuente de resistencia. Mi experiencia clínica me induce a inferir, sin embargo, que a menos que incluyamos la relación perturbada madre-hijo en la "expectativa" (Coleman, Kris y Provence, 1953) con que abordamos la tarea de reconstruir la neurosis infantil de estos pacientes, no podremos abrigar esperanza alguna de llegar a evaluar atinadamente el significado de esas actividades (cf. Greenacre, 1956;Khan, 1962; Stone, 1961).

Sostengo, sin embargo, que junto a la función de descarga defensivo- regresiva, en estas experiencias corporales perverso-polimorfas existe, en estado latente, una potencialidad rudimentaria y progresiva que podría explotarse terapéuticamente con vistas a resolver la distorsión yoica de los pacientes, permitiéndoles alcanzar de ese modo el insight y la integración del yo.

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